Creo que no exagero en absoluto cuando pienso que ayer
estuvo a punto de ocurrir una tragedia en un partido de pádel.
Uno de los paneles de cristal de una pista se rompió cayendo
sobre algunos espectadores que presenciaban un partido a penas a unos centímetros
del mismo.
El estruendo, unos segundos de silencio provocado por el
desconcierto y un grito pidiendo una ambulancia heló literalmente el ambiente.
Pasado estos primeros momentos he de decir que todo ocurrió
como si los asistentes estuviesen perfectamente entrenados para responder a un
accidente de este tipo. No se vivió ninguna escena de pánico, no se produjo “arremolinación”
en torno al espectador herido, los que
podían ayudar por titulación o experiencia se acercaron a aportar sus conocimientos.
Alguien ya había dado aviso a una
ambulancia y mientras se esperaba, entre
una una calma tensa, unos barrieron los cristales para amontonarlos, otros
retiraron sillas y cualquier objeto que pudiera suponer un obstáculo para la
camilla...
Yo creo que debemos
felicitarnos todos por una actuación colectiva y espontánea que para mí fue
ejemplar.
Y ahora tenemos que reflexionar.
Jugamos entre cristales, es inevitable que se lleven algunos
roces, pequeños golpes o empujones con
el cuerpo cuando forzamos para llegar a una bola difícil. Pero quizás hay otros golpes que podríamos ahorrarle al
cristal. Entre enfado, frustración y desahogo, a veces se nos escapan golpes
con el canto de una pala que está fabricada en la mayoría de los casos, no lo
olvidemos, de un material tan duro como el carbono.
El cristal es realmente duro como todos ya hemos podido
comprobar, pero quizás la suma de estos pequeños o grandes golpes provocan una
“fatiga en el material” que aumenta la probabilidad de que un día sin que
parezca que haya motivo suficiente para ello el cristal salte hecho añicos.
Ahora ya lo sabemos. Aunque las costumbres son difíciles de
cambiar y la memoria es bastante débil
NO PODEMOS PERMITIRNOS NO APRENDER DE LO SUCEDIDO. Al menos esa es mi opinión y yo desde ya me
comprometo a ahorrar al cristal todo cuanto esté en mi mano. De ahora en
adelante los golpes contra uno mismo, que además seguro que relaja más.